Porsche 550 Spyder

Reportaje

La vida de James Dean fue inconformismo, rebeldía. Velocidad. James Dean, ya mito, icono de la generación perdida años 50, los primeros jeans, pulóver ajustado, cigarrillos mal fumados sobre su moto-, narraba su vida con verbo, con la fonética fatalista de un orador de masas. Así, con las premoniciones como compañeras de su corto viaje terrenal, el actor estadounidense labró su leyenda. Vive rápido, muere joven y deja un bonito cadáver. Dicho y hecho. El chico del tupé rubio encrespado, el joven carismático de los ojos verdes enigmáticos que prendían a las mujeres más celestiales dejó su gato a la actriz Elizabeth Taylor, con la que compartió reparto en Gigantes, 1955, la noche anterior de su muerte, porque temía que algo le sucediese- agotó su vida en un suspiro. Un irremediable encontronazo entre él, su destino, su pasión, su Porsche 550 Spyder, su pequeño bastardo.
Ya antes, el tierno Dean ?l, que decía que sólo las personas tiernas son realmente fuertes- vivía en una nebulosa existencial tras la ruptura con la actriz de origen italiano Pier Angeli. A punto de casarse, la madre de ella impidió el enlace porque la personalidad de Dean le parecía perjudicial para su hija. Fueron unos meses frenéticos, de impaciencias incontenibles, que catapultaron definitivamente al actor a la cima de Hollywood con dos películas de éxito absoluto: Al este del Edén por la que fue nominado al Óscar a mejor actor protagonista- y Rebelde sin causa, él, Jimmy Stark, un joven confundido y atormentado, envuelto, frecuentemente, en peleas y conflictos Su personalidad única le trasportó paralelamente al mundo de las carreras automovilísticas. Su pasión por los coches deportivos, por las piezas de coleccionista, fue su otro yo. Su escapatoria. Su primer amor fue un Porsche 356 Speedster, que, en un momento, se le quedó sin margen porque no tenía la suficiente potencia para las carreras en las que participaba. Mientras rodaba Gigantes, adquiere un 550 Spyder en color plateado para competir en Salinas, California, a 500 kilómetros de Los Ángeles, su residencia. En principio era una adquisición temporal, puesto que su intención era comprar un Lotus.

El Spyder, el número 130 de la serie limitada, fue personalizado por el preparador George Barris, colocándole asientos de tela escocesa y dos tiras rojas en la zaga, sobre los pasos de ruedas. El nombre de Little Bastard se lo ganó a pulso por su comportamiento nervioso, a veces, imposible de controlar. Pesaba 550 kg y rendía 110 cv de potencia. Esa libertad que le proporcionaba el pequeño bastardo sólo era equiparable con la libertad de ser soltero, su frase célebre: Lo mejor de ser soltero, es que te puedes meter en la cama por el lado que quieras. El 30 de septiembre de 1955, Dean ya nunca se volvió a meter en la cama, ni solo, como tantas veces lo hizo, ni acompañado, muchas veces más. Su Porsche Spyder se estrelló, frontalmente, a 150 km/h contra un Ford Custom Tudor Coupé. Muchos relatos hablaron, en su momento, de que Dean había muerto en el acto, aunque en 2005, unos policías aseguraron que le habían visto agonizar y que murió, ya mal herido, camino del hospital, en la ambulancia que le trasladaba.Pesaba 550 kg y rendía 110 cv de potencia
‘No llevaba cinturón de seguridad en un choque frotnal con un Ford Custom Tudor Coupé’El día de su muerte, en la autopista 46, Paso Robles, rumbo a Salinas, viajaba con su mecánico de confianza para la carrera, Rolf Wuretherich. El traslado del Spyder, con su motor de cuatro cilindros y 1.500 cm3, hasta Salinas iba a producirse en el remolque de una ranchera, junto al fotógrafo Sanford Roth y su amigo el actor Bill Hickman, para ser puesto a punto en el mismo circuito. Pero Dean, de 24 años de edad, paró en una gasolinera para repostar antes de emprender viaje y cambió de idea: haría los primeros kilómetros en el Spyder, surcando las carreteras de la costa, pelo al viento, gafas de sol de montura oscuras; quería sentir cómo aquella pequeña máquina rebelde se adaptaba a sus manos. Tanto Dean como Rolf viajaban sin el cinturón de seguridad abrochado. El impacto del Ford conducido por un estudiante, Donald Turnupseed, fue inevitable: los dos iban muy rápido. Ambos perdieron el control, pero tanto Donald como Rofl sobrevivieron. El primero solamente se rompió la nariz; el segundo salió despedido del descapotable alemán y se destrozó la pierna y la mandíbula.No llevaba cinturón de seguridad en un choque frotnal con un Ford Custom Tudor Coupé
Hasta aquí los hechos. Después, la alargada sombra maldita del Little Bastard. Se dice que George Barris, el preparador de Dean, compró el coche por 2.500 dólares y que lo fue vendiendo por partes –ruedas, motor, caja de cambios-, a cual más embrujada. Todos los que fueron adquiriendo estas piezas terminaron, de uno u otro modo, en el hospital o muertos. Accidentes, casualidades, infortunios. Barris, ante tanta desgracia, pensó que el coche estaba maldito de verdad y lo llevó al desguace. De camino a Nueva Orleans un turismo chocó contra la parte posterior del camión que lo transportaba y el conductor quedó sepultado y falleció. El indestructible Spyder 130 fue la forma de expresión de Dean, él, que también aspiraba, como el Spyder, a ser eterno: Creo que sólo hay una forma de grandeza para el hombre. Es cuando un hombre puede salvar la brecha entre la vida y la muerte. Quiero decir, si puede vivir después de que ha muerto, entonces tal vez fue un gran hombre. Para mí el único éxito, la única grandeza, es la inmortalidad. Palabra de Dean.

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