Skoda Superb 2.0 TDI 170 cv

En ocasiones, los prejuicios juegan malas pasadas. Seguramente, uno de los mitos más extendidos en el mundo del automóvil es que fuera de lo que se entiende como marca premium (Mercedes, BMW, Audi, Volvo) no se pueden producir unidades de lujo sin tirar de la chequera. Cada vez menos desconocida para el gran público, la berlina de Skoda (Grupo Volkswagen) Superb, a mitad de camino por sus dimensiones entre un Volkswagen Passat y un Audi A6 o un Serie 5 de BMW, se acerca en esta ocasión más al primero, al segmento de las berlinas medianas, para seguir ofreciendo a su clientela un notable comportamiento, un espacio desorbitado y detalles de coche pijo para un precio que siempre (dependiendo, claro, de acabados y extras) ronda los 30.000 euros.

a favorHabitabilidad y maleteroAlta tecnologíaConsumo reducidoen contraSuspensiones algo blandasExterior clásicoVisibilidad luneta trasera
El principal activo de esta unidad checa es su habitabilidad, que incluso mejora con respecto a versiones anteriores gracias al mejor aprovechamiento de los espacios, más huecos para depositar diferentes objetos y el sistema Twindoor, que emula el maletero (de 565 litros sin abatir los asientos) de un sedán de cuatro puertas pero que realmente es un cinco puertas con un portón que no se comunica con el habitáculo. Skoda, además, ha decidido ir un paso más allá, con detalles de serie que convierten en un verdadero chollo al Superb, en un coche soberbio.
Con una longitud de 4,84 metros el techo del segmento, igualado con el Ford Mondeo-, el Superb es siete centímetros más largo y 2.000 euros más barato que su competencia más directa dentro del grupo Volkswagen: el Passat. También es un centímetro más largo que el rival más fiero del segmento, el apreciadísimo Opel Insignia, que con una motorización similar a la del Superb probado (2.0 TDI de 170 CV) contiene algo más su precio final: unos 29.000 euros, aunque con menos elementos de serie. Aunque sí por equipamiento y tecnología, el Superb no suma los centímetros de las grandes berlinas Premium, véase, A8 o Serie 7.
La producción final de la berlina checa es la de un coche que no trata de imitar a su hermano el perfecto, el Passat, sino que aprovechándose de la tecnología y el fervor mecánico alemanes, añade señas de identidad propia a medida de sus clientes, que por cierto, sí, algunos son taxistas, pero cada vez son más las personas de mediana edad con familia que buscan un Superb.
Es tremenda, cifras y comparaciones de lado, la sensación de hiperespacio que desprende el Superb. La hilera trasera es abrumadoramente amplia, con la opción de incorporar los cuatros asientos térmicos por 470 euros. Delante, el conductor goza de una posición de conducción muy ergonómica, incluyendo de serie un volante de cuero (que si se quiere de cuatro radios con control de radio y teléfono, es un extra de 130 euros), una consola central intuitiva con pantalla táctil, unos relojes dinámicos con ribetes cromados y deportivos y un profundo salpicadero típico de marca premium, que por 890 euros más se completaría con los asientos del propio conductor y del acompañante con ajuste eléctrico. Ver equipamiento de serie y extras.

Con una distancia entre ejes más contenida (2.76 metros), Skoda vuelve a dar un golpe sobre la mesa a nivel de ingenio y originalidad. Por ejemplo, con el sistema de acceso doble Twindoor, por el cual el maletero (565 litros y hasta los 1.670 con los asientos traseros abatidos) se basa en un mecanismo de bisagra en el que el portón trasero puede abrirse totalmente para poder cargar bultos de gran volumen o únicamente en la parte inferior, imitando un sedán, como en un principio se podría pensar. Un 2 en un 1, que tiene como mayor pega una disminución en la visión que el conductor tiene a través de la luneta trasera.
Y, claro está, en unidades de estas dimensiones siempre conviene una ayudita a la hora de aparcar. Ésta puede ser parcial, como el sensor de aparcamiento delantero y trasero (655 euros); o total, como el práctico sistema de estacionamiento Park Assist (695 euros), que se activa cuando el coche circula a menos de 35 km/h y uno de los intermitentes está en funcionamiento; entonces, el Park Assist busca huecos de 5,8 metros como mínimo para aparcar (indicándotelo con una R en el panel de instrumentos) y al colocar el vehículo, simplemente hay que meter marcha atrás y jugar con el acelerador y el freno: el resto es cosa de la teconología. Por cierto, sí, sí que funciona eficazmente.
Con unas líneas exteriores suaves, acordes con unos grupos ópticos no excesivamente llamativos y un techo que desciende desde la zona central hacia el portón, el Superb equipa de serie todos los elementos necesarios para una conducción acompasada y segura: ABS, ESP y el control de tracción ASR, que, junto con la tracción total de la unidad probada, lo ascienden a la cima en este apartado.
Con el clásico propulsor diésel 2.0 del Grupo, que en esta oportunidad ofrece hasta 170 cv de potencia máxima, el Superb es capaz de ponerse de 0-100 km/h en apenas 88 segundos y alcanzar una velocidad punta de 222 km/h (datos oficiales). Otro de los pilares en que se apoya este proyecto es su bajísimo consumo de combustible: hablamos de 6 litros/100 km de media para un coche que pesa 1.500 kilos y que incluye una tracción a las cuatro ruedas, muy eficiente, sí, pero que hace trabajar más a la mecánica, también.

Sinceramente, nos gustaría seguir hablando maravillas del Superb, pero en cuanto a su comportamiento la realidad no es de color de rosa. Y es que esta berlina de espíritu tranquilo, que tiene una buena respuesta en vías rápidas, precisa y firme, viene acompañada de unas suspensiones algo blandas que hacen imposible exprimir al máximo la mecánica en determinadas situaciones. Correr sí, pero el coche agradece un paso más cómodo y templado; la fatiga de sus frenos es bastante perceptible cuando estrujas chasis y motor.
En ocasiones la berlina de Skoda no es todo lo estable que quisiéramos en terrenos revirados, aunque los balanceos nos son apreciables desde la cabina. Tampoco hay que exagerar las cosas, y colocarlo al nivel de, por ejemplo, la berlina grande de Citroën, el C6, en el que las suspensiones parecen chicles al servicio del conductor. Con un consumo que se mantiene realmente bajo también por trayectos urbanos, el Superb hay que disfrutarlo lentamente, sin bestialidades que nos puedan pasar malas pasadas. El motor da, y de sobra, para sacarnos de cualquier apuro. El chasis es correcto sin más.

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