Caterham Super 7 vs Smart Roadster

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Creados para llamar la atención y vivir sensaciones fuertes, no se puede buscar comodidad y lujo en ninguno de estos roadsters extremos.

p>Los que estén dispuestos a emular las sensaciones propias de un monoplaza en el día a día -aseguro que no es mi caso-, tienen en estos dos originales roadsters un par de buenos candidatos.
p>   Para los más nostálgicos amantes de lo retro y las experiencias más ‘auténticas’ el Caterham estimulará su sistema nervioso tan sólo con mirarlo. Los más vanguardistas y apasionados del diseño -y con menos capacidad económica, todo hay que decirlo-, tienen en el Smart Roadster lo más parecido a un pequeño fórmula de calle. Eso sí, en ambos casos con sitio para que un -o una- acompañante pueda compartir también esas sensaciones; pero tan sólo las sensaciones, porque más que viajes hay que hacer excursiones de un solo día para poder ir sin equipaje -o mandarlo por mensajería-, pues aparte del sitio para sentarse -más bien ‘tirarse’- no hay mucho más, y ninguno de ellos -especialmente el Caterham- permitirá que pasemos desapercibidos en cualquier calle o carretera.
p>Colin Chapman -el jefe máximo de la desparecida escudería Lotus de F-1- ideó, a finales de los 50, el Lotus Seven, antecesor del actual Caterham. Su estética y su tecnología apenas han variado desde entonces, pues aparte de incorporar un motor algo más moderno no hay sofisticaciones de ningún tipo: ni dirección asistida, ni aire acondicionado, ni airbags, ni elevalunas eléctricos -en realidad no tiene lunas-. Este es uno de los principales atractivos para los más puristas, los amantes de las sensaciones auténticas sin pasar por el filtro de la electrónica.
p>Puro diseño
El Smart es todo lo contrario: puro diseño, una evolución deportiva del pequeño biplaza de ciudad que ha crecido en longitud y ha rebajado considerablemente su altura. Su pequeño motor tricilíndrico turboalimentado no puede considerarse deportivo, como tampoco su cambio robotizado de seis marchas, pero el estar tan cerca del suelo, con el motor detrás de los asientos y la tracción trasera le proporcionan un carácter muy especial.
p>Sentarse a los mandos del Caterham exige buena forma física y flexibilidad; no hay puertas y hay que ‘incrustarse’ literalmente en el estrechísimo y angosto habitáculo. Una vez tumbados bajo el volante del Super Seven hay que recurrir a la fuerza física para mover el diminuto volante, manejar el cambio y poder pisar los pedales -¿asistencia?, no gracias-. El rugido del motor lo inunda todo y a partir de ahí todo es muy intenso, desde las reacciones de su parte trasera a nuestras alegrías con el acelerador hasta el roce del tubo de escape contra el asfalto cuando el firme no es del todo plano.
p>En el Smart todo es más civilizado pero también estimulante. Sus prestaciones son limitadas, pero su sonido y sus reacciones transmiten la sensación de que vamos más rápidos y, al menos, tenemos aire acondicionado y equipo de música.
p>Pedro Berrio (Car and Driver)

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