Audi R8

La extensa tradición deportiva de la marca de Inglostadt se proyecta en su modelo deportivo de calle más representativo. El Audi R8 tiene como objetivo hacerse con el liderato dentro del segmento de los deportivos premium.

a favorComportamiento y prestaciones.
Frenos potentes.
Interior espacioso y de calidad.en contraPotencial poco aprovechable para uso cotidiano.Consumo excesivo.Demasiado exclusivo y llamativo.
Lo primero que llama la atención del modelo alemán es su imagen en la que la anchura y el aplomo del conjunto -con pasos de ruedas y entradas de aire de gran tamaño- adelantan que no estamos ante un coche más. Después de observarlo nos damos cuenta del puesto de conducción adelantado que permite centrar la posición del motor -a la vista de los más curiosos-, realzada por el sideblade -pieza central de distinto color al resto de la carrocería que direcciona el aire-, justo detrás del habitáculo.
El frontal es típicamente Audi con la parrilla igual a la de sus hermanos de gama -pero sin los aros, situados sobre el capó- y faros bixenón con luz de marcha diurna con doce diodos luminosos delante que completan la estética moderna y futurista del R8. Atrás los faros con tecnología LED enmarcan junto con la salidas dobles de escape dos rejillas de refrigeración, y el alerón retráctil -se levanta automáticamente a los 100 km/h o a través de un botón en el puesto de conducción- culmina una zaga impresionante.
Dentro la sensación de amplitud es asombrosa gracias a sus 2.650 mm de batalla que posibilitan la comodidad de sus ocupantes, sea cual sea su talla. A esto hay que sumar la calidad de los materiales y las infinitas posibilidades de personalización, junto con un completo equipamiento de serie en el que se incluye: climatizador automático de confort, sistema de información al conductor con cronómetro integrado para registrar los tiempos de las vueltas en un circuito de competición, asientos deportivos eléctricos en cuero y alcántara, además de un amplio listado de opciones.
El precio de esta joya empieza en los 116.800 euros para la versión manual y en los 124.750 para el automático equipado con la última evolución del S-Tronic, sólo disponible en este modelo del que toma prestado parte de su nombre, R-Tronic.
La marca de los cuatro aros nos ha llevado a disfrutar de su creación más brutal al circuito madrileño del Jarama, en el que hemos sido conscientes de lo que es capaz esta bestia de aluminio.

El último deportivo de Audi nos da la bienvenida con la vitrina –capó acristalado– abierta, y el motor en marcha para calentar antes de empezar a rodar. El sonido que escuchamos es adictivo y hace que nuestras pulsaciones se aceleren a la misma velocidad que nuestra paciencia disminuye. Poco después los mecánicos revisan el nivel de aceite. ¿Cuándo empezamos?
Nos sentamos al volante, pisamos el embrague y arrancamos. La palanca de cambios se mueve guiada por una rejilla, también de alumino, que delimita las 6 velocidades con las que nos disponemos a exprimir los 420 cv de potencia que desarrolla el motor V8 4.2 FSI a 7.800 rpm, aunque la mecánica es capaz de subir a un régimen máximo de 8.250 rpm.
Las vueltas al circuito se suceden y la estabilidad del coche es plena en todo momento gracias a su distancia entre ejes –batalla– y a la tracción quattro. Las sensaciones son extremas al límite con una dirección sensible al mínimo movimiento de volante, un ESP permisivo y unos frenos infernales -por su mordiente y la temperatura que soportan-, al igual que las prestaciones del R8.

El biplaza alemán permite una conducción confortable, a pesar de alcanzar los 100 km/h en 4,6 segundos (430 Nm de par entre 4.500 y 6.000 rpm -el 90 por ciento de dicha cifra está disponible entre 3.500 y 7.500 rpm-) y los 200 km/h en 14,9 segundos.

Y te preguntarás cuál es el límite. Pues 301 km/h de velocidad máxima, pero conduciéndolo no parece que se vaya a acabar nunca.

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