Volkswagen Golf 2.0TDI

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SOLIDO Y CONVINCENTE

La transformación estética del Golf entre la cuarta y la quinta generación no engaña sobre lo que nos encontramos al conducirlo. Si a simple vista parece más familiar y menos deportivo, en marcha sus atributos están en la misma línea. El Golf ofrece una conducción muy agradable, con un aplomo más propio de berlinas superiores que de un compacto y gran estabilidad a cualquier ritmo. A cambio es más lento de reacciones… menos ‘deportivo’, pero aún más noble que el anterior y fácil de interpretar por conductores de todo tipo y ‘conducción’.

  En el interior el cambio de diseño es radical, pero no se puede decir que sea mejor o peor. Desde luego tiene más detalles y es más alegre, dejando a un lado la parquedad decorativa típica de los coches germanos. Algunos revestimientos son de peor calidad pero los ajustes no admiten críticas. Eso sí, es más espacioso, tiene huecos más grandes para objetos y en general es más habitable.
Mecánicamente este motor ya visto en el Touran no estaba presente en la anterior generación y posee mayor cilindrada y una culata de dieciséis válvulas. Es más suave que los anteriores 1.9 TDI y funciona mejor a alto régimen, pero sigue haciendo mucho ruido y en cuanto a consumos es sencillamente correcto.
En definitiva el Golf ha ganado en posibilidades familiares, agrado de conducción y argumentos frente a una competencia cada vez más dura, perdiendo un poco de estilo ‘juvenil’ y agilidad en ciudad y carretera.
Carlos Lera, Autocity
20 de enero de 2004.
 

Interior y equipamiento

INTERIOR Y EQUIPAMIENTO

De puertas para dentro es donde más ha cambiado el compacto de Volkswagen. Por aspecto visual para mejor y por espacio también, pero quizá algunos recubrimientos plásticos ya no son lo que eran, aunque objetivamente tampoco resultan relevantes. He de confesar que el cambio de estilo, tan acusado, me produjo escepticismo en un principio, pero tras unos pocos kilómetros de uso valoré positivamente el cambio en casi todos los aspectos.

Más moderno y agradable, un ligero acento latino y menos ‘soso’ que antes y colores claros en vez del negro habitual alegran un poco la vida interior del Golf. Sigue la línea del Polo, especialmente en la consola central sobresaliente del resto del salpicadero, pero es muy agradable y de cuidado diseño, incluyendo el testigo de desconexión del Airbag del pasajero entre los aireadores centrales y el auto-radio con CD integrado, con pantalla de gran tamaño y seis altavoces delanteros. Los mandos en el volante son opcionales.
Todos los controles aparecen mejor colocados que antes y su diseño está más cuidado. Solamente el cenicero desentona, pues con los tirantes laterales que han colocado en la parte baja de la consola es poco accesible y no ya el conductor que no debe fumar (no lo digo yo, que no soy el más indicado, lo dicen unos sesudos ‘estudiosos’…), si no el acompañante lo tendrá difícil para no echar la ceniza fuera o quemar algo con la brasa del cigarro.
La palanca del cambio de marchas está bien colocada, a una distancia óptima del volante. El apoyabrazos central casi no molesta (a mí me interfería un poco, pero a otros dos conductores no) y se puede retirar longitudinalmente hacia atrás. Levantándolo queda al descubierto un hueco estrecho pero profundo y justo delante de este otro con tapa corredera que sirve de posavasos. Ya que hablamos de espacios con tapa hay que mencionar el excelente espacio de que goza la guantera, que además tiene una división para colocar los papeles del coche. Tiene bastante capacidad y está refrigerada en los acabados Trendline, Sportline y Highline, pero no tiene llave.
Los asientos me gustaron mucho. Sujetan bien el cuerpo, están mas mullidos que los equivalentes de esta versión en la cuarta generación y tanto el del conductor como el del pasajero se pueden regular en altura y apoyo lumbar en los dos acabados superiores. En las plazas traseras hay espacio para tres adultos, aunque dos viajarán más cómodos por anchura. En cualquier caso la altura es perfecta para casi todas las tallas. El respaldo está muy inclinado en relación con la butaca y en viajes largos puede pasar factura.
Nuestra unidad montaba el carísimo climatizador de dos zonas ‘Climatronic’ (1.405 euros), que da un aspecto mucho mejor al salpicadero que las tres ruletas del denominado ‘Climatic’, o climatizador semiautomático que se ofrece de serie (¿para qué tanto palabro si se definen mejor por sí solos?). Su funcionamiento me pareció fácil y eficaz, aunque como casi siempre la temperatura que aparece en las pantallas no pasa de ser meramente orientativa. La instrumentación está resguardada por una cerrada cúpula semicircular que asegura protección frente a los deslumbramientos. Es clara y ofrece la información necesaria, incluyendo ordenador de viaje.
Los espejos retrovisores exteriores poseen corrector de ángulo muerto, sistema anti-hielo y por fin el de la derecha es del mismo tamaño que el de la izquierda. Se regulan eléctricamente pero no se pueden plegar hacia dentro ni a mano, siendo posiblemente propensos a roturas por impacto.
El maletero ofrece un piso completamente plano bajo el que se esconde la rueda de repuesto de emergencia. Tiene cajones laterales que aprovechan el hueco dejado tras los pasos de rueda y argollas para colocar redes que eviten el desplazamiento de los bultos. La capacidad es de 350 litros, 20 más que el modelo anterior pero 70 litros menos que el Peugeot 307. La boca de carga no destaca por anchura y queda un poco elevada. La cerradura es electromagnética y se acciona con el mando a distancia y tirando hacia arriba del símbolo de Volkswagen (como en los Seat).

Comportamiento

COMPORTAMIENTO

Creo que todo lo que cabe esperar de un Golf lo tiene la nueva generación. Es cómodo pero estable, noble y tolerante con los errores o excesos del conductor y en ningún caso brusco de reacciones. Incluso con las suspensiones específicas del Sportline, que tienen una puesta a punto más firme y están rebajadas 15 milímetros respecto al resto de la gama, se aprecia una notable amortiguación y comodidad. Sujetan bien el coche y permiten una equilibrada inclinación lateral en las curvas. Los neumáticos de nuestra unidad eran más grandes que los de serie (225/45R17) porque montaba las llantas opcionales Grand Prix de 17′ (805 €); quizá por ello llegaba un poco más ruido de rodadura de la cuenta.

En curva es como siempre subvirador, aunque los neumáticos de la unidad probada agarraban como lapas y solo llegaba a deslizar yendo un poco pasado. Además el control de estabilidad (ESP), de serie en toda la gama como debería ser también en las marcas competidoras, se encarga de dejar todo en su sitio actuando bastante pronto pero sin manifestarse en forma de vibraciones o tirones bruscos de los frenos: todo muy suave.
Los cuatro discos de freno (con ABS) ofrecen el tacto habitual, un poco esponjoso y demasiado suave para mi gusto pero efectivo si no se tiene costumbre de pisar a fondo con fuerza; una vez más el Golf demuestra que está pensado para todas y todos. En cualquier caso hay potencia más que suficiente para detener el coche en pocos metros. Quizá sea uno de los mejores en este apartado, aunque con las ruedas que llevaba el mío no quiero aventurarme a asegurarlo.
La dirección también está muy lograda. En carreteras muy bacheadas al volante llega una mínima parte de las vibraciones que se producen en el tren de rodaje ofreciendo un gran agrado de marcha, mientras que en el caso de inclinaciones transversales de la calzada o incluso viento lateral el sistema reconoce las circunstancias para compensar el giro de las ruedas manteniendo el volante recto.
En cuanto al motor, el 2.0 TDI de 140 caballos destaca por ser más suave en la entrega de potencia a medio régimen que los anteriores 1.9 litros, pero sigue teniendo en buena medida la característica patada de la casa cuando el turbo entra en acción. A menos de 3.000 vueltas da la impresión de ser ‘un pelo’ menos vigoroso que el anterior TDI de 130 caballos, pero a partir de 3.500 revoluciones por minuto tiene una estirada más poderosa y no parece quejarse como si le estuvieran retorciendo la muñeca, como sucede con sus antecesores de ocho válvulas. La brillantez en alta me recordó a los Alfa JTD 16 válvulas, aunque el motor italiano es más suave, mucho más silencioso y da la sensación de tener algo más de alegría.
El consumo medio comprobado sobre un trazado de autovía y ciudad en proporción 80/20%, manteniendo en carretera un ritmo en torno a 140 km/h fue de 7,6 litros cada 100 kilómetros, una cifra que no está nada mal para su potencia y prestaciones. En carretera se agradece la sexta velocidad que permite rodar sin mucho ruido interior a ritmo de autopista. El accionamiento del cambio es mejor que en la anterior generación. Para cambiar de marcha no hay que desplazar mucho la palanca y la precisión de los movimientos es muy buena, más aun teniendo en cuenta que mantiene la característica suavidad de los cambios VW.

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