Ruta por el Pirineo oscense

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PUEBLOS ABANDONADOS DEL PIRINEO OSCENSE

El Pirineo oscense es una de las zonas más bellas de nuestra geografía, por las espectacularidad de sus montañas, por el famoso Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, o por sus preciosos valles; maravillas de la naturaleza que, unidas a las excelentes infraestructuras que posee para la práctica de un deporte tan generalizado como el esquí, hacen que esta parte de España sea una de las más visitadas por los turistas, sobre todo en invierno, y, aunque en menor medida, también en verano.

Pero ésta es sólo la cara más amable de Pirineo. En el otro extremo, debido a la gran extensión de la provincia de Huesca, a la despoblación, al progreso de la industria y a las dificultades geográficas, muchos municipios se han quedado con escasos habitantes, y los más desfavorecidos incluso han llegado a quedarse totalmente abandonados. En el siglo XXI, con la comunicación desarrollada hasta unos límites extraordinarios, contrasta comprobar cómo existen pueblos que no hace tanto tiempo estuvieron llenos de vida y hoy nos enseñan su imagen más desoladora, algunos de ellos ‘comidos’ por el musgo, otros con la totalidad de sus casas derruidas, y todos con el silencio en sus calles. Quien más quien menos, tras visitar estos ejemplos de despoblación, reflexionará sobre el progreso, sobre el cambio de costumbres y modos de vida, sobre la condición humana…
Lo que sí está claro es que la ruta que realizamos no deja indiferente a nadie, por lo que recomendamos a todos los amantes a la naturaleza y al todoterreno hacerla. Eso sí, siempre con todo el respeto al medio ambiente. Y algo no menos importante, con unos vehículos adecuados que nos permitan acceder a estos inhóspitos lugares, como lo fueron en esta ocasión el Ssang Yong Rexton 3.2 H6 y el Ssang Yong Korando KJ 2.9 TDI.
Enrique Marco
29 Enero de 2003.
Agradecemos la cesión de los vehículos utilizados para la travesía al concesionario Cuéllar, distribuidor oficial de Ssang Yong para Aragón.
COMIENZA LA RUTA

Nuestra ruta parte de la plaza de Yebra de Basa. Para llegar a esta localidad, viniendo desde la carretera nacional 330 procedente de Huesca, es necesario tomar un desvío a la derecha en la circunvalación de Sabiñánigo. O si llegamos por la carretera nacional 240, procedentes de Pamplona, habrá que tomar ese mismo desvío poco después de pasar Jaca, en el mismo punto de la circunvalación de Sabiñánigo. Una vez en Yebra de Basa dejaremos el asfalto y nos adentraremos en las montañas pirenáicas.

Los primeros 11,5 kilómetros son todos de fuerte ascensión, desde la localidad de partida hasta la ermita de Santa Orosia, un punto ya muy elevado desde donde cimas como la de Oturja (1.920 metros de altitud) se ven muy cercanas. Las lluvias caídas durante los días pasados nos pusieron las cosas algo complicadas, pero con unos buenos neumáticos de tierra (con unos de serie quizá hubiéramos tenido problemas en el barro) todo anduvo a la perfección. Desde allí descendemos hasta el primer pueblo totalmente abandonado de la travesía, Cortillas.
En Cortillas todavía queda un edificio que parece estar cuidado (por el tejado construido en materiales nuevos), como el de la casa consistorial, situada en lo que debió ser la plaza del pueblo. Pero la iglesia, cuya torre sigue en pie, ha quedado sin techo y con una gran acumulación de escombros. Tras bajar del coche y traspasar algunos muros medio derruidos accedemos hasta el interior del recinto, y comprobamos como todavía se puede ver algo del altar mayor, incompleto, no sabemos si a causa del expolio o simplemente del paso del tiempo.
Nota: Recordamos que para este tipo de travesías es necesario pedir diferentes permisos a las instituciones pertinentes y hacerse con unos buenos mapas y rutómetros
LA DESOLACION

La siguiente parada la hacemos en Basarán, a sólo tres kilómetros de Cortillas, y si el anterior pueblo nos dio tristeza, lo que sentimos en Basarán es pura desolación. Cuesta adivinar cuáles fueron sus calles, pues la vegetación se ha ido apoderando poco a poco de sus casas, algunas de ellas totalmente sepultadas y disimuladas por el musgo y los árboles. En Basarán no queda ni una sola vivenda que se pueda recuperar. Incluso la iglesia ha desaparecido, pero en este caso con mejor suerte: se trasladó a la estación invernal de Formigal, donde se reconstruyó

El tercer pueblo al que nos dirigimos es Susín. Por el camino dejamos a muy poco distancia otros municipios que por las dichosas prisas no hemos podido conocer, como Escartín o Ainielle. En Susín los gatos y perros que nos vienen a recibir nos indican que hay vida, y de hecho, posteriormente nos enteramos de que reside una familia. Destaca en Susín la Iglesia de Santa Eulalia, por su limpia y sencilla belleza, y también por su buen estado de conservación. Igualmente, uno de los aspectos que nos gustó fue la maravillosa vista del valle, por donde discurre la carretera nacional 260, entre Sabiñanigo y Biescas.
Por último, llegamos a Oliván, ya cercano a la carretera antes citada y donde sí habitan unas cuantas familias (unos 40 habitantes). Es casi el final de nuestra travesía, y al menos nos alegramos el último pueblo visitado todavía resista, de momento, a la depoblación. Como siempre, y tras pasar una intensa mañana en el monte llega la hora más deseada, la de la comida, y con ese fin nos desplazamos hasta Senegué, a ‘un paso de Sabiñanigo’ y desde donde cada uno regresará a su lugar de origen. En unas pocas horas se llega a la ciudad, pero en la memoria, los recuerdos de los escenarios fantasmagóricos de la despoblación perdurarán durante mucho tiempo.

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