Porsche Boxster Spyder

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Porsche Boxster Spyder
El coherente concepto de motor central. La excepcional arquitectura ligera. La extraordinaria agilidad. La maniobrabilidad de precisión. La experiencia de conducción sin concesiones. De acuerdo, nada de esto es una novedad en Porsche. Ya a comienzos de los años sesenta, con el 718 RS 60 Spyder, el sucesor del legendario 550 Spyder, Porsche creó un roadster que escribió la historia del automovilismo deportivo exactamente con éstos rasgos de carácter. Tanto en las carreras de montaña como en la carretera.
Así pues, mantener el nombre Spyder como sinónimo de la esencia de un roadster es cuestión de mera coherencia. Como la de seguir remitiéndose a los antiguos valores. Al purismo, por ejemplo. La renuncia al moderno confort en aras de la deportividad.
Conducir un Boxster Spyder no constituye, en realidad, decisión alguna. Es más bien un reconocimiento. A la diversión incondicional al volante. A eso que aprecian los entusiastas del roadster: una dinámica que se siente y se ve.
Las exigencias que nuestros diseñadores se plantearon a sí mismos eran, como siempre, extremadamente altas. El objetivo: transmitir un mensaje inconfundible desde el primer instante. Exteriorizar lo que le aguarda al conductor: rigurosa autenticidad. Fuerzas gobernables con absoluta precisión. Puro desenfreno.
¿Cómo? Con un principio que se extiende a lo largo de toda la historia Porsche: coherente diseño de arquitectura ligera. O mejor, prestaciones inteligentes. Dejando de lado lo superfluo, quizá también aspectos a los que se ha tomado cariño, lo presuntamente sobrentendido.
Pero logrando precisamente por eso un efecto inmanente. Una verdadera sorpresa, incluso para los entusiastas: la sensación originaria del roadster.
En el Boxster Spyder esta sensación surge de un inconfundible diseño deportivo. De un juego de formas que, típicamente Porsche, sigue su propio camino.
Algunos ejemplos singularmente llamativos: su toldo viene a sustituir la capota eléctrica. En la trasera predominan dos destacadas y dinámicas protuberancias. Parecen casi dos poderosas masas musculares. Con la capota abierta, constituyen la extensión estética de los arcos antivuelco esmaltados en negro. ¿Jugando con las formas, pues? Más bien al contrario. Añadir algo más a un diseño estrictamente purista sólo tenía sentido si ello implicaba también unas mejores prestaciones. La consecuencia: una mejorada aerodinámica en la conducción a cielo abierto.

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