Peugeot 308 2.0 HDI

El ‘león’ de Peugeot sigue con la evolución de su especie y mejora con el 308 las notables condiciones de su exitoso 307. Más sofisticado, más equipado y más amplio, el nuevo compacto de la firma francesa enseña unos colmillos más afilados que nunca para intensificar la dura pugna por el mercado de los compactos. Seducidos por su imagen de ganador, en Autocity nos subimos al 2.0 HDI de 136 cv, un diésel con carácter.

¿Si algo funciona, para qué cambiarlo? Esa reflexión debe haber rondado en la factoría de Peugeot, que ha elegido una línea continuista. El 308 mantiene amplias similitudes estéticas con respecto a su antecesor, ni mucho menos desfasado. El reto para la casa francesa es prolongar el tremendo nivel de ventas logrado con el 307 y tiene previsto colocar en el mercado español más de 50.000 unidades este año, en un segmento en el que la competencia no se detiene y en el que encontrará rivales tan cualificados como el Hyundai i30, el Ford Focus, el Citroën C4, el Honda Civic, el Renault Megane, el Alfa Romeo 147, el Toyota Auris, el Mazda 3, el Volkswagen Golf… y así, hasta una lista casi interminable.
La casa de Lyon ha mejorado la habitabilidad de su compacto, al hacerlo crecer setenta milímetros de largo y ochenta de ancho. Además, tiene más centímetros cuadrados de cristal, acentuados en la versión con techo panorámico de nuestra prueba, lo que da una sensación de amplitud que se agradece cuando te pones al volante. Los elementos del interior también se han beneficiado de la evolución, tanto estética como cualitativa. Su equipamiento está a la altura de lo que se espera y no va a la zaga en seguridad, aspecto en el que merece la más alta puntuación para EuroNCAP.
La gama 308 arranca en un precio base de 15.700 euros, pero tendrás que rascarte algo más el bolsillo para poder llevar al asfalto el felino diésel y equipado ‘hasta las garras’ que nosotros te enseñamos (alrededor de 23.000 euros). Adéntrate en nuestra prueba y descubrirás las virtudes con las que intenta seducirte el atrevido compacto francés.

Robusto y bien armado

El aire robusto y agresivo que caracteriza al 308 nos resulta muy familiar, por eso, a simple vista, no cuesta en absoluto reconocer que es un Peugeot. Con la misma base estética de su predecesor, el 307, el compacto de la casa francesa atrae desde el primer momento.

Sus ampliadas dimensiones -mide 4,27 m. de largo; 1,81 m. de ancho y 1,51 m. de alto- le permiten una habitabilidad sobrada para cuatro adultos y algo más justa para cinco, ya que la plaza central trasera es escasa. Con una batalla de 2,61 m., el espacio longitudinal resulta más que suficiente para estirar las piernas con comodidad y también tiene una notable distancia libre hasta el techo, para que los viajes en el 308 sean en todo momento confortables. El maletero, con un volumen de 348 litros, tiene un hándicap: la boca de carga está bastante elevada del suelo y, además, hay 22 centímetros de profundidad desde el borde hasta el suelo del maletero, por lo que no es del todo cómodo el acceso al cofre.
Un capó musculoso, flanqueado por unos enormes y afilados faros, muestra a las claras el espíritu sobre el que se ha diseñado el 308. El frontal, con una gran boca de refrigeración, protegida por un paragolpes de plástico negro, contribuye a fomentar la imagen de poderío del compacto galo, si bien el mencionado paragolpes perjudica notablemente al diseño. El toque sutil lo ponen los antinieblas, verticales, independiente del resto de faros y alojados en los bajos del spoiler. El 308 hereda rasgos de otros modelos de Peugeot y guarda muchas similitudes con el 207 en el lateral y la trasera, donde la doble salida de escape queda oculta tras el musculado faldón. El espectacular techo panorámico que monta la unidad de nuestra prueba pone el colofón a una carrocería que, sin duda, resulta atractiva.
En el interior es donde más se nota la evolución del 308 con respecto al modelo al que sustituye. Los cambios no se aprecian tanto en la base estética como en la calidad de los materiales empleados, que presentan un aspecto bastante mejorado. Los plásticos, de tacto suave y bien ajustados, mezclan de forma adecuada con el cuero del volante y la palanca de cambios o la pletina de aluminio de la consola central. Existen muchos huecos portaobjetos de gran utilidad, como la guantera climatizada o el apoyabrazos central regulable, ideal para guardar CDs.
El equipamiento de serie del 308 incluye un buen número de elementos, tanto de seguridad como de confort. Control de estabilidad, siete airbags, preparación Isofix para silla infantil, inmovilizador antirrobo, climatizador bizona, radioCD… En la unidad de nuestra prueba, el equipamiento se completaba con el pack eléctrico (incluye sensor de luces y lluvia, ajuste eléctronico en el asiendo del conductor, retrovisores exteriores ajustables y abatibles automáticamente y retrovisor interior antideslumbrante), avisador de ayuda para el aparcamiento, techo panorámico y navegador en color con radioteléfono y MP3. Precisamente, el navegador va integrado en el salpicadero, es abatible y resulta fácil de manejar, como ocurre con el resto de mandos, que tienen una disposición realmente ergonómica y son muy intuitivos.
Si puedes rascarte algo más el bolsillo, darás por bien invertidos los 500 euros del techo panorámico y los 400 del pack eléctrico, que ayudarán a hacer más placenteras tus horas al volante.

Diesel feroz

El comportamiento del diésel más potente del compacto de Peugeot se gana nuestro aprobado con holgura. De entrada, el asiento del conductor es realmente confortable y es fácil encontrar una posición adecuada para comenzar la conducción.

Desde el primer pisotón, aprecias que en su motor de 2 litros encierra la energía competitiva que necesita para hacerse un hueco en su segmento. Los 136 cv que desarrolla están muy bien aprovechados a bajo y medio régimen de vueltas, si bien en la parte alta del tacómetro le cuesta algo más estirar y, además, se hace notar la rumorosidad del propulsor.
Con un par máximo de 320 Nm a 2.000 rpm, el Peugeot 308 alcanza una velocidad máxima de 205 km/h y tarda 10,1 segundos en pasar de 0 a 100 km/h, cifras aceptables para un diésel que arrastra un peso en vacío de 1.483 kilos y que no sobresale por su trabajo aerodinámico, aunque nos parecen mejorables en aceleración. Teniendo en cuenta estas circunstancias, el consumo no es ni muy disparado ni muy ajustado. En nuestra prueba, circulando de forma alterna por ciudad y carretera, el gasto de combustible fue de 6,2 litros a los 100 km.
Al buen rendimiento del motor contribuye la transmisión de seis velocidades: rápida y bien escalonada. La sexta no es sólo de desahogo, sino que tiene empuje y permite realizar adelantamientos sin necesidad de llevar la mano al cambio.

En marcha, el 308 agrada por su estabilidad. La suspensión es más bien dura y, junto a la rigidez de su chasis y a los neumáticos 205/55 R16 que calza, hacen que el Peugeot 308 2.0 HDI pise el asfalto con aplomo, transmitiendo al conductor la sensación de estar sentado al volante de un vehículo de más alta gama. A pesar de esa dureza de los amortiguadores, unos asientos muy confortables ayudan a que las irregularidades de la carretera sean una mera anécdota.

En contraste con su aplomo, por peso y dimensiones, el compacto francés no sobresale por su agilidad. Más que para moverse por ciudad, es recomendable para circular por carreteras rápidas, donde la dirección es muy precisa y obedece sin paliativos cualquier indicación del conductor.
Mejorado por fuera -más amplio, más robusto- y por dentro -más capaz, mejor construido-, el Peugeot 308 2.0 HDI ha seguido el camino lógico de la evolución y no sería extraño que se convirtiera en uno de los coches más vistos en la carretera. Mimbres tiene para ello: los genes del éxito.

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