Land Rover Freelander 2 SD4

El Freelander de Land Rover en su primera generación fue, junto al Toyota RAV4, uno de los pioneros del segmento de los “todocamino” o “SUV”, en una época ¡y estamos hablando del siglo pasado! en la que la mayoría de los 4×4 que se vendían tenían verdaderas aptitudes off road y contaban con sus cajas reductoras y buenos ángulos de ataque, salida, ventral, etc;  aunque a cambio sacrificasen su comodidad y comportamiento en asfalto. Hoy los tiempos han cambiado radicalmente, y salvo raras excepciones casi todos los vehículos con carrocería de todoterreno que se venden se utilizan principalmente en asfalto.

a favor-Imagen robusta-Calidades y equipamiento-Comportamiento en cualquier terrenoen contra-Consumo algo elevado -Maletero justo
Curiosamente, el Land Rover Freelander de primera generación en su día era considerado “todoterreno ligero”, pero la evolución del segmento hacia el uso asfáltico ha hecho que en su segunda generación el ahora  Freelander 2 se haya quedado como uno de los todoterrenos de su categoría con mayores aptitudes off road. Es innegable que ofrece refinamiento y buenas maneras en carretera, pero conserva una capacidad para circular por caminos que otros muchos de sus rivales han olvidado. Y es que ahora que lo que más triunfa es lo que las marcas llaman “crossover” o “SUV”, a veces nos encontramos modelos así catalogados –como el Mercedes GLA probado hace unos días– que en realidad son prácticamente turismos sin posibilidad alguna de desenvolverse mínimamente bien en el campo.
Así las cosas, y una vez expuesto el panorama de los SUV, hoy día el Freelander tiene como principales rivales al nuevo Jeep Cherokee, al veterano Opel Antara o a los “premium” Mercedes GLK, BMW X3 o Audi Q5. Entre ellos, el Freelander destaca por su notable altura –tanto de carrocería (1,74 metros) como de distancia libre al suelo- o por su gran achura (1,91 metros); pero por el contrario es bastante compacto al conformarse con una longitud de 4,50 metros. Estas proporciones le convierten en un automóvil que rápidamente se reconoce como robusto todoterreno, pero a la vez, al limitarse la longitud total a 4,50 metros resulta bastante razonable para moverse por ciudad.

Estéticamente el veterano Freelander 2 –que en aproximadamente un año será sustituido por la nueva gama de modelos y seguramente se llamará Discovery Sport- fue puesto al día en otoño de 2012, momento en el que recibió unos modernos faros con leds para la iluminación diurna, ligeros retoques estéticos y un interior más refinado y tecnológico, en el que se cuenta con una pantalla táctil a color de 7 pulgadas y un display TFT entre los dos relojes principales del cuadro de mandos. Es un modelo ya veterano, pero su aspecto sigue plenamente vigente, pues las sucesivas actualizaciones desde que esta generación se lanzase al mercado allá por enero de 2007 le han permitido mantenerse fresco y competitivo.  Su habitáculo es bastante amplio gracias a su sobresaliente anchura y altura, pero quizá por su contenida longitud no tiene uno de los mejores maleteros de la categoría, ya que los 405 litros (ampliables hasta 1.670 abatiendo los asientos traseros) están superados por sus rivales. La imagen del Freelander 2 se refrescó en 2012
En Autocity nos subimos a la que hoy día es la versión tope de gama, la SD4 4×4 automática de 190 cv con el completo acabado HSE. El precio es de 48.330 euros, en la línea de sus versiones homólogas del Cherokee, Q5, X3 y GLK. Eso sí, Land Rover ofrece una versión asequible con esta misma base mecánica 2.2 diésel aunque con una evolución menor (150 cv) asociado al cambio manual y a la tracción delantera por menos de 30.000 euros. Como veremos a continuación, pocos modelos llegan a la última fase de comercialización mostrándose tan competitivos como el Freelander que probamos, pues salvo un consumo algo superior a la media, no podemos decir que se encuentre en desventaja en ningún otro apartado y, a su favor, sí goza de una imagen y unas proporciones de todoterreno más auténticas que los actuales SUV “demasiado asfálticos”. Además esta versión HSE viene de serie muy bien equipada, y si por fuera nos obsequia con unas llantas de aleación de 18 pulgadas con anchos neumáticos (235/60 R18) y unos modernos faros de xenón con leds para la iluminación diurna, en el interior nos recibe con una fina tapicería de cuero o una pantalla de 7 pulgadas que incluye un completo navegador con disco duro y cámara de visión trasera entre otras cosas.

Al volante del Freelander vamos sentados como esperamos en un todoterreno: altos, dominando la situación y con una buena visibilidad. Es cómodo y amplio, y todos los elementos que tenemos al alcance de la mano, así como su salpicadero, presentan una calidad notable. Arrancamos mediante botón sin necesidad de sacar la llave del bolsillo y el motor de cuatro cilindros y 2.179 centímetros cúbicos cobra vida sin resultar ruidoso ni generar vibraciones. La caja de cambios automática CommandShift tiene 6 velocidades y se comporta de forma suave y bastante rápida. Evidentemente este buen conjunto motor-caja debe mover una masa considerable (pesa 1.805 kilos), por lo que no podemos esperar reacciones deportivas, pero sí una capacidad notable para realizar adelantamientos y recuperar con fuerza (tiene un generoso par motor de 420 Nm desde 1.750 rpm).El comportamiento del motor diésel de 190 cv y el cambio automático de 6 velocidades es muy bueno
En prestaciones puras (190 km/h y 9,5 segundos en aceleración de 0 a 100 km/h) el Freelander SD4 ofrece unos resultados algo mejores que los de su gran rival Jeep Cherokee (en la versión 4×4 automática de 170 cv) y los del Opel Antara (con el 2.2 CDTi de 184 cv), pero no logra ser tan rápido como los GLK de 170 cv y X3 de 184 cv. Quizá el único punto en el que sí se haya quedado algo retrasado frente a la moderna competencia  sea en el del consumo, pues los 7 l/100 km de media oficiales (en la práctica es difícil bajar de 8 litros) son superiores a los de la mayoría de sus competidores, pues tanto el Jeep como “el trío alemán premium” gastan algo menos. No obstante, la relación entre tamaño-peso y prestaciones-consumos sigue siendo bastante razonable.
Por lo que se refiere al comportamiento dinámico, el Freelander probado es en carretera un coche cómodo y estable que gracias al buen rendimiento del conjunto motor-caja se mueve con agilidad. Eso sí, su peso y su gran recorrido de suspensiones desaconsejan una conducción rápida en zonas de curvas, ya que percibiremos las inevitables inercias de este tipo de vehículos. En el momento de transitar por caminos o terrenos resbaladizos en el Freelander tendremos una confianza y seguridad superior a la que pueden ofrecer sus rivales, pues a la considerable distancia libre al suelo y a la experiencia de la marca en sistemas 4×4, se le unen un control de descensos y un programa con cuatro modos de uso que el conductor puede variar fácilmente la gestión electrónica mediante un botón para adecuarlo al terreno: por ejemplo al barro, nieve, arena, gravilla, etc. En definitiva, estamos ante un todoterreno catalogado como SUV pero que resulta ser de los más válidos para sacarlo del asfalto. Es potente, eficaz y refinado, tanto por sus materiales y diseño como por su amplísimo equipamiento, y sólo se le puede achacar que en su veteranía se ha quedado con un consumo ligeramente superior a la media y un maletero algo más pequeño que el de las realizaciones más modernas del segmento; pero el Freelander de Land Rover sigue siendo hoy día una de las opciones más recomendables.  

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