Ford Thunderbird

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ESTE NO ES EL COCHE DE THELMA & LOUISE

Ford parece convencida en reeditar parte de su historia más genuina. El Thunderbird es la reencarnación de un modelo que causó furor en los cincuenta. Partiendo del motor del Jaguar S V8, ha creado un descapotable tranquilo y clásico de 280 CV que sólo se venderá en España por encargo. Por cierto, este modelo no es el que utilizaron Thelma y Louise…

Un país que se regodea perversamente en los iconos e imágenes de su pasado es un país de valores en crisis. No se confundan: aunque bien podríamos estar hablando de la serie televisiva ‘Cuéntame’ nos referimos, en realidad, al nuevo Ford Thunderbird. La firma del óvalo ha intentado retroceder en el tiempo y, mediante los buenos oficios del inefable J. Mays (perpetrador del VW New Beetle, entre otros), busca reenviarnos a la América de un nebuloso período de entre 1955 y 1962, el lapso que discurre entre la guerra de Corea y la intervención en Vietnam. Es fácil para los EEUU querer señalar la época como una suerte de Edad de Oro moderna: por el poder económico del que disfrutaban, por la juventud de su población (todos aquellos baby-boomers), y por el espíritu generalizado de renovación que, afortunadamente, llevaría al país, años más tarde, a conquistas tan importantes y dispares como los derechos civiles, la renovación de las costumbres y la exploración del espacio.
Emilio Seoane
Foto: IMG
14 de mayo de 2003

Epoca dorada

EPOCA DORADA

Súmese a todo esto el nacimiento del rock y, para el estadounidense medio (incluso para aquéllos que sólo conocen aquel tiempo a través de películas, fotos o canciones) la era de los primeros Thunderbird suena más que apetecible. Eran los años en que se creía que para 1990 conduciríamos automóviles movidos por energía nuclear y que en el 2000 habríamos empezado la colonización industrial de Marte. El hambre en el mundo, el cáncer y las guerras habrían desaparecido: todas las chicas se asemejarían a Debbie Reynolds o Doris Day, y todos los mozos tendrían el porte de George Peppard o Rock Hudson. Y, aunque nunca se llegó a explicar exactamente cómo, el orbe devendría progresivamente en una soleada, cálida e intemporalmente joven extensión de las playas del sur de California.

Sabemos ahora que nuestra realidad es otra, pero el T-Bird, original o renovado, sigue recordando, a nuestros poderosos amigos, aquellos optimistas y despreocupados días de antaño. Aunque funcione con gasolina sin plomo de 95 octanos y ahora tengamos más guerras, más hambre, terrorismo y otras delicias por el estilo. Claro que es difícil avanzar cuando se mira constantemente hacia atrás. Faltos de ideas, los EEUU parecen estar encasillados en una cíclica e incesante repetición de sí mismos, y la innovación brilla por su ausencia. En Hollywood y Detroit, las fábricas del sueño americano, no hacen más que reeditar los viejos temas, una y otra vez, con la esperanza de volver a encontrar la magia perdida.
Su último billete al pasado recoge algunas claves estéticas de los primeros T-Bird, en especial los de los períodos 1955-57 y 1961-62. El diseño general del coche es ciertamente distintivo. Bonito, si me excusan. Es más; es mi convicción que le iría mucho mejor si no se llamara Thunderbird y si no contara con todos esos detalles que buscan torpemente identificarse con el original, como los ‘párpados’ de los faros, la parrilla con antinieblas incrustados (lo peor), las leves branquias laterales o los ojos de buey laterales del techo duro. Pero la mercadotecnia manda, y así se da tema de conversación a los pobres diablos como yo, que intentan adivinar las correspondencias entre el original y su pastiche.
CONDUCCION

El motor del actual T-bird es un V8 de cuatro litros ya conocido en los Jaguar S Type R, con par suficiente para moverse con suavidad y presteza. A pesar de las enormes ruedas (17 pulgadas, con neumáticos 235/50), la suspensión es más bien blanda: pues el objetivo no es atronar las curvas del Nürburgring, sino, flotando, hacer ‘cruising’ a veinte kilómetros por hora, con la capota bajada. De esta manera, la caja automática resulta imprescindible, aunque el par permite usar la caja manual como si de una automática se tratara. Así se puede conducir con una sola mano, y, dependiendo de la que accione el volante, se puede colocar con indolencia el brazo izquierdo sobre la ventanilla o el derecho sobre los hombros de la núbil belleza local. (Nota a las lectoras: si Mays hubiera querido un vehículo más acorde con la igualdad de sexos se habría inspirado en el T-Bird verde de Thelma and Louise, pero ése era del año ’66).

Equipamiento

EQUIPAMIENTO

Asientos y, sobre todo, salpicadero son más discretos y por tanto más honrados, estéticamente, que el exterior, cosa que uno agradece pero probablemente decepcionará a aquellos clientes que busquen la fiesta de cromo, aluminio bruñido y chapa pintada del original. Un poco incómodos, eso sí: a pesar de todos los ajustes eléctricos posibles, falta apoyo lumbar y el reposacabezas tiene un ángulo peculiar.
Dos plazas se quedan muy cortas para el tamaño y el peso del coche (unos 1.700 kg, que en contrapartida colaboran en la suavidad de marcha). Atrás de los asientos no cabe casi nada, y el maletero, si bien amplio, es muy poco profundo (a menos que se prescinda de poder retraer la capota), así que la vocación urbana y de pose del coche queda más que clara.

El coche en sí no es de los que nos gustan a los que amamos los grandes autos de paseo, los coches de ‘boulevard’, como casi ninguno lo es hoy en día. Cumple a la perfección los objetivos para los que ha sido creado, y quizá no existe mejor alabanza que ésa. Lo reconozco, mis objeciones son más ideológicas o estéticas que técnicas. Entiendo además que es demasiado severo condenar un producto cuya creación ha costado tanto trabajo, esfuerzo e ilusión a tantísimos profesionales. A la postre, además, mis reparos y los de otros como yo dan igual: por mucho que nos pese, hay muchísima gente a la que fascinará y encantará este diseño que yo veo kitsch y cínico.
A nuestro director de la revista, le ha encantado, porque a sus 34 años es más nostálgico que una camiseta de Elvis Presley; dice que su conducción es fascinante y muy relajante, que son de esos coches a los que nunca se les debería poner en evidencia. Además afirma que su uso le transporta a los años venideros y que un cine de verano al aire libre, con unas palomitas en medio y una película de James Dean es el mejor escenario para disfrutar de este descapotable. Deseamos un montón de suerte a Ford, y que vendan miles de T-Birds. Lo dicho: es excelente para los que quieren posar y ser vistos y no esperan grandes maravillas de comportamiento o de diseño.

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